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    The "Nazi" Menace in Argentina,1931-1947

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    Mensaje  Admin Sáb Abr 10, 2010 10:03 pm

    En torno a un libro:
    RONALD NEWTON, The "Nazi" Menace in Argentina,1931-1947, Stanford, CA: Stanford University Press, 1992.

    LEONARDO SENKMAN
    Universidad Hebrea de Jerusalém

    Desde los años de la segunda posguerra, la literatura sobre la amenaza nazi en Argentina estuvo signada por una campaña difamatoria en torno al mito de la resurrección del derrotado Tercer Reich en la Argentina peronista. No sólo contribuyeron a esta imagen demonizadora los adversarios políticos y víctimas del régimen peronista durante los años 40 y 50, sino también respetables investigadores liberales y conservadores de los EE.UU. e Inglaterra.1 En los últimos años, volvió a resurgir en los medios periodísticos argentinos el mito de que Argentina constituyó el refugio más importante para los fugitivos nazis de la posguerra, a través de sensacionales revelaciones acerca del ingreso y ocultamiento de criminales de guerra con pedidos de extradicción, como Walter Kutschmann en 1987 y Joseph Schwammberger en 1989. Además, desde febrero de 1992, el periodismo y algunos cronistas aficionados decidieron escribir al respecto, luego que el presidente Carlos Saúl Menem ordenó levantar el secreto de los archivos argentinos con documentación sobre el ingreso de los nazis.2 Dentro de este contexto, el libro del profesor Newton constituye un acontecimiento historiográfico para el necesario estudio desmitificador de la penetración nazi en la historia política, diplomática, económica y étnica de Argentina.

    La tesis central del historiador canadiense es que, a pesar del hecho que Argentina sirvió de base principal de operaciones para diplomáticos y agentes del Eje en el hemisferio desde la Conferencia de Rio ( enero 1942) hasta la ruptura de relaciones con Berlín y Tokio (enero 1944), la indiscutible presencia de agentes nazis fue transformada por la política exterior de EE.UU. y sus mass media de un problema político-internacional en una obsesiva campaña mitologizadora antiperonista, entre 1944-46. Newton sostiene que tanto las autoridades argentinas como las británicas habrían respondido adecuadamente ante las organizaciones nazis y a la ofensiva propagandista y económica del Tercer Reich en Argentina durante los 30, así como también supieron ambos países enfrentar su ingerencia diplomática y ciertas operaciones militares clandestinas durante los 40. Pero sólo a partir de la política antiargentina del secretario del Departamento de Estado, Cordef Hull, quien pretendía doblegar el neutralismo de Buenos Aires y, en especial, después de la campaña difamatoria anti-peronista de Spruielle Braden, el tema nazi será usado sistemáticamente por Washington como arma política para justificar sus interferencias en la Argentina en los años 40 y 50.

    Sin embargo, el libro no trata sólo de la "amenaza" nazi a partir del estallido de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de ser éste su aspecto más polémico. Toda la primera parte representa un documentado análisis histórico-político y étnico de las conflictivas relaciones y lealtades de la comunidad alemana, por un lado hacia la sociedad y el estado argentino y, por el otro, hacia el Tercer Reich, entre 1933-39. Los capítulos más interesantes de esta primera parte precisamente analizan las respuestas y divisiones de la comunidad alemana frente a la convocatoria nacionalista y la ideología nazi antes de 1939. Por primera vez es posible estudiar la Década Infame en base a una exhaustiva documentación de archivos alemanes, norteamericanos, argentinos, británicos y, en particular, los testimonios de agentes nazis en Buenos Aires capturados por los aliados. Dos capítulos reveladores son los concernientes al Gleichschaltung, la campaña de cooptación y nazificación de la comunidad germano-argentina y sus centros en el Chaco, Entre Ríos y Misiones, aspectos que hasta la aparición del libro de Newton eran tierra incógnita y, por ello, alimento para conjeturas y mitos, tales como fantásticas cifras de afiliados argentinos al partido Nazi.

    Los capítulos sobre las relaciones económicas Argentina-Alemania entre 1927-39 y la propaganda y proselitismo nazi en el sistema político criollo hasta 1939, aportan evidencias factibles para dimensionar el verdadero impacto del nazismo en la sociedad argentina, escudriñados desde fuentes alemanas. Un ejemplo es la escasa influencia nazi en los círculos nacionalistas católicos que no aceptaban el exclusivismo racial y el anticlericalismo hitleriano, a pesar de que simpatizaban con Alemania. Si bien el capítulo consagrado a elucidar las relaciones entre el nazismo alemán y el fascismo criollo se hubiera enriquecido metodológicamente con la inclusión de un análisis de historia intelectual más doctrinario, como recientemente efectuó David Rock,3 Newton aporta un bienvenido deslinde teórico y empírico para comprender la poca aceptación del nazismo entre los nacionalistas católicos criollos, al subrayar la búsqueda de éstos últimos de un fascismo católico del tipo Dollfuss en Austria, o José María Gil Robles del CEDA español. Pero, sobre todo, es importante la afirmación del autor (aunque lamentablemente no se extiende demasiado) en cuanto al desdén y la poca seriedad con que nazis alemanes y fascistas italianos se relacionaron hacia el nacionalismo reaccionario y antipopular de los admiradores criollos del FÜhrer y del Duce, respectivamente (pp. 130, 35, y cita 24, p. 411).

    Otro deslinde documentado en el capítulo 8, "Nazismo alemán y fascismo criollo", es el planteamiento de Newton acerca de la escasa influencia del racismo y antisemitismo nazi sobre los nacionalistas judeófobos criollos. Siguiendo la conceptualización de Gino Germani, Newton distingue entre el antisemitismo "tradicional" y de élites de las primeras dos décadas del siglo y el antisemitismo "ideológico" y despersonalizado de amplias capas medias de los años 30, surgido con las transformaciones del proceso de urbanización, y modernización de la sociedad argentina. La reacción judeófoba previa y durante la Segunda Guerra Mundial habría sido un síntoma de la reacción anti- modernista del nacionalismo católico, el cual veía, alarmado, los vertiginosos cambios de la sociedad criolla tradicional. La propaganda nazi se habría servido del prejuicio antijudío, pero no fue la que creó (o "importó" al país) el antisemitismo durante los años 30, porque el prejuicio ya existía desde mucho antes. Más aun, a pesar de que el fascismo criollo buscaba el contacto con y el apoyo financiero de la embajada alemana, Newton sostiene que no incorporó en su repertorio argumentativo judeófobo los núcleos racistas doctrinarios del nazismo. Según este autor, el antisemitismo de la derecha radical nacionalista fue un síntoma de su lucha contra los aspectos odiados de índole política, cultural, social y secular de la modernización en marcha, pero la cuestión judía para esos sectores no llegó jamás a aceptar las tesis raciales nazis y, menos aun, la "solución final". Desde esta perspectiva, el antisemitismo habría sido parte del discurso conspirativo nacionalista que denunciaba el imperialismo anglosajón y, simultáneamente, también los planes del comunismo en Argentina; e incluso si ese nacionalismo integralista aceptaba el apoyo de la embajada alemana, habría sido, conforme a Newton, por fines tácticos exclusivamente. Un ejemplo es la financiación para distribuir las obras antisemitas de nacionalistas católicos como Hugo Wast (40.000 copias de ORO-El Kahal), el padre Julio Meinvielle, Carlos Silveyra, el integralista brasilero Gustavo Barroso, junto a conservadores no fascistas como Tomás Amadeo, presidente del Museo Social Argentino, cuya conferencia Las Razas, dictada en el oligárquico Jockey Club en 1936, fue distribuida en 150.000 ejemplares.

    Newton distingue entre la naturaleza inclusiva del populismo nacional socialista alemán, que incorporó al seno de un nacionalismo tradicional preexistente un nuevo mito movilizador racial en su discurso populista de modernización secular, y la naturaleza excluyente del nacionalismo católico tradicional, élitista, tomista pero antimoderno, según el cual los judíos - si no se bautizaban - debían ser excluidos de la república cristiana y segregados de la nación, pero no exterminados (pp. 136-Cool. Sin embargo, la ausencia en el libro de Newton de un análisis discriminado de historia intelectual del campo nacionalista integralista pro-fascista impide entender los discontinuos comportamientos antisemitas y el disímil lugar del judío en la publicística de un Enrique Oses, por ejemplo, a través de El Pampero y Crisol, y de otro nacionalista, Juan Carulla, quien, a consecuencia de los ataques de los nacional-socialistas austríacos contra la Iglesia en 1938, defeccionara del nacionalismo, clausurando su publicación Bandera Argentina, y cesara de atacar a los judíos4. Inversamente, si no se explica el rol del antisemitismo en el ideario nacionalista de Carulla durante los años 30, hasta las leyes raciales de Mussolini y la política anti-católica de Hitler, tampoco es posible dar cuenta del rol del antisemitismo antes y después de la transformación de un nacionalista integralista y anti-imperialista como Ramón Doll en un irracional adherente al Nuevo Orden (que dirigió E. Palacio) para destruir simultáneamente la democracia liberal anglosajona y al "enemigo judío", emboscado "plutócrata" en el estado demoliberal argentino. Es el tránsito que va del Doll de Hacia una política nacional, donde escribió algunos buenos artículos contrae¡ nacionalismo oligárquico en nombre del nacionalismo popular y del anti-imperialismo de FORJA, al pro-nazi autor de los folletos Del servicio secreto inglés al judío Dickmann y Hacia la liberación, publicados ambos en 1939. Doll fue colaborador de los pro-Eje Cabildo, El Pampero y Nueva Política durante 1941-42, y llegó a denunciar también "que la vida pública argentina está ordenada por ideas y espíritu judío".5

    Newton sostiene la inexistencia de evidencias serias de que Argentina hubiera sido un objetivo estratégico-militar del Tercer Reich. Algunos oficiales del ejército argentino no ocultaron sus simpatías nazis, como los generales Juan Bautista Molina, Basilio Pertine, Juan Pistarini y Pedro Pablo Ramírez; el entonces mayor Alberto Gilbert (luego sucesor de Storni como ministro de relaciones exteriores de la junta militar en 1943) fue descrito por el embajador Thermann como un militar a quien le disgustaban los programas sociales y laborales del nacional-socialismo, pero en cambio admiraba su autoritarismo y antisemitismo. Sin embargo, el embajador recordó, en los interrogatorios a que fue sometido por los aliados después de la guerra, las posturas inflexiblemente pro-británicas de los generales Rawson y Farrell (p. 115). Esta aseveración coincide con la clarificación del agregado aeronáutico en la embajada británica en Buenos Aires, quien en 1938 informaba que la presencia en el ejército argentino de oficiales alemanes para entrenamiento no suponía una orientación totalitaria pro-nazi de los militares, de la misma manera que tampoco deducía una orientación democrática pro-norteamericana por el hecho que pilotos de la fuerza aérea de EE.UU. entrenasen a oficiales argentinos en el uso de los bombarderos Douglas (p. 116).

    Precisamente las relaciones especiales de entrenamiento y aprovisionamiento bélico del ejército argentino en Alemania hasta 1939 constituyen una clave importante para dilucidar los límites de la influencia profesional logística del militarismo alemán, de su concepción ideológica nazi, sobre los oficiales argentinos. Lamentablemente, el libro de Newton carece de un capítulo especial sobre este tema, de tal modo que los datos sobre el comercio de armas están desperdigados en el capítulo 6, que trata las relaciones económicas Alemania- Argentina (pp. 101-103), mientras que el análisis de las simpatías pro-nazis de oficiales debe buscarse en el capítulo 7, sobre el nazismo y la sociedad política criolla, 1933-39 (pp. 115-118). La ausencia de un capítulo concentrado sobre las relaciones militares argentino-alemanas dificulta al lector recibir un cuadro situacional comparativo para apreciar la influencia en Argentina de esas tradicionales relaciones antes de la Primera Guerra Mundial y en vísperas de la Segunda Guerra. Por ejemplo, al lector le está impedido comparar, como demuestra Elizabeth Barret White, las dimensiones del entrenamiento de oficiales argentinos que anualmente recibían instrucción militar y tomaban cursos en la Academia de Guerra alemana (para enseñar, a su regreso a la Argentina, en la Escuela Superior de Guerra) durante la era guillermina y en la época nazi; tampoco puede el lector evaluar la importancia de la participación de empresas alemanas en proyectos industriales-militares promovidos por el presidente Justo, y no sólo por generales pro-nazis como el general Basilio Pertiné. Entre 1936-1938, la participación de las importaciones de Alemania del hierro y acero argentinos subió del 19,4% al 28,6%, transformando a la Argentina en el principal proveedor de esos minerales. Durante aquellos años, por su parte, la participación de los motores y máquinas herramientas alemanes en el total de las importaciones argentinas creció del 21,4% al 28,6%, sólo un 3% menos que la participación de los EE.UU. No obstante la intensificación de estas relaciones militares y económicas, Alemania no retuvo su posición privilegiada anterior a 1914 como el único proveedor de armas y de entrenamiento militar para los oficiales argentinos, aunque influyó poderosamente entre oficiales nacionalistas para contrarrestar el panamericanismo de los EE.UU. y convencer a la opinión pública que las naciones fascistas europeas no constituían un peligro para America Latina.6

    Newton logra ofrecer un documentado cuadro de situación en los dos capítulos sobre refugiados, exilados y la resistencia antifascista (caps. 9-10), sistematizando lo que sabíamos por obras anteriores y el aporte de nuevas fuentes alemanas, norteamericanas y británicas. Resulta indicativo, sin embargo, que el capítulo 9 fue construido básicamente gracias a documentación bibliográfica y fuentes sobre la experiencia particular de los refugiados judíos en Argentina, cuya mayor información le permitió al autor utilizarla como paradigma de la historia de los refugiados alemanes en general. Después de leer cel capítulo 10, sabemos mucho más sobre la resistencia antifascista - documentada on fuentes primarias - y aprendemos también acerca de grupos disidentes del nazismo, como Die Schwarze Front, dirigido por Bruno Fricke (que proveían información a las comisiones parlamentarias de investigación de actividades antiargentinas); también conocemos a extraños informantes emigrados de los aliados, como Aleksey Polypenko, el arcipreste ucraniano de la Iglesia Ortodoxa griega, y el legendario aventurero Heinrich JÜrges, autor de fantásticas historias que vendía a los Damonte Taborda, la más famosa en torno a la conspiración nazi para apoderarse de la Patagonia. Newton aporta biografías muy completas de estos personajes de novelas negras gracias al uso de ricas fuentes de archivos de inteligencia de EE.UU., como el Office of Strategic Services.

    En cambio, la descripción del exilio intelectual antifascista que hace Newton resume algunos de los mejores libros publicados sobre el tema en tomo a escritores como James Friedmann, Paul Zech, el dramaturgo Paul Walter Jacob y la obra de la editorial Cosmopolita en lengua alemana. Sin embargo, no menciona los importantes textos autobiográficos de Gunther Ballin ó de Johan Luzian, estudiados respectivamente por Lila B. de Esteves y Nicolas J. Dorheim en un journal especial dedicado al exilio intelectual en Argentina.7

    La primera parte se cierra con la exposición de dos respuestas nacionalistas muy firmes del gobierno de Ortiz: el capítulo 11 trata de la prohibición por parte del Ministerio de Educación, en mayo 1938, de actividades calificadas como "anti-argentinas" en establecimientos escolares en general, pero dirigida especialmente contra las organizaciones Reichdeutsche y Volksdeutsche en escuelas alemanas privadas en la provincia de Buenos Aires y La Pampa; el capítulo 12 analiza los alcances de la investigación judicial ordenada por el gobierno a fines de marzo 1939, por denuncias de un presunto complot nazi en la Patagonia. Ambos episodios, más el decreto de mayo 1939 fiscalizando las actividades de asociaciones extranjeras, demuestran, según Newton, que en vísperas del estallido de la guerra, el problema de la subversión nazi en Argentina fue controlado totalmente por el gobierno.

    El comienzo de la guerra y la posición neutralista argentina cambiarían la situación, en particular durante la presidencia de Castillo y desde la conferencia de Rio en 1942. Los trabajos de Mario Rapoport, Ryszard Stemplowski y Carlos Escudé comprobaron la importancia del neutralismo argentino para Gran Bretaña.8 Por su parte, Newton demuestra su importancia para Alemania, y las fantasías de los militares argentinos de apertrecharse con armas alemanas luego del embargo americano. Pero el aporte más importante de su libro es la desmistificación del peligro nazi, cargo levantado contra Argentina por el Departamento de Estado de EE.UU., no por razones de seguridad sino para descalificarla en su competencia por la hegemonía política en el subcontinente. Desde un punto de vista militar, la amenaza nazi había dejado de existir en 1943, una vez que la marina de guerra alemana cesó de constituir un peligro para los aliados en el Atlántico.

    En las conclusiones del capítulo sobre la "guerra secreta" entre espías alemanes y aliados, Newton destaca que, a lo sumo, los agentes de inteligencia clandestinos en Argentina no superaban las 500 hombres, incluyendo operadores de radio y técnicos, propietarios y cuidadores de estancias y bienes raíces, mensajeros de Iberia y emisarios y agentes de venta del platino colombiano y diamantes brasileros, materiales estratégicos para la industria bélica alemana. Sin embargo, aún antes del golpe del GOU, el gobierno argentino era acusado de complicidad por el Departamento de Estado, a causa de los daños perpetrados por submarinos alemanes a la flota mercante aliada debido a la información clandestina supuestamente suministrada por agentes nazis sobre movimiento de barcos desde puertos argentinos. Newton desmiente que haya habido barcos aliados hundidos por submarinos gracias a la información de espías alemanes en Argentina. Además, el autor sostiene que los cables cifrados y las transmisiones clandestinas de agentes alemanes fueron interceptados por operaciones de contrainteligencia aliada desde muy temprano (p. 263). Estas conclusiones convergen con investigaciones de otros historiadores.9

    El uso de la "amenaza nazi" por parte del Departamento de Estado en su política de aislamiento de la Argentina y de sanciones económicas fue acompañado, empero, según Newton, por recomendaciones de carácter étnico, típicamente totalitarias, de asimilación forzada contra las comunidades alemanas. La Sección Especial del Comité Consultivo de Emergencia para la Defensa Política del Hemisferio, creado luego de la Coinferencia de Rio, recomendó en 1943 medidas preventivas extremas contra el peligro nazi, tales como la confiscación de empresas alemanas, la descongestión y transferencia de poblaciones alemanas de un lugar a otro, y la nacionalización forzada de asociaciones comunales, educativas y sociales germanas. El embajador británico reaccionó alarmado contra esa política étnica, que podría transformarse en un boomerang y afectar los intereses de la colectividad cultural y empresarial británica en Argentina (pp. 346-51).

    El último capítulo del libro estudia los primeros años del peronismo y las cuestiones pendientes de la amenaza nazi, conforme los compromisos suscritos por Argentina en la conferencia de Chapultepec a la luz de la nueva política norteamericana guiada por la guerra fría. Newton demuestra que la campaña de deportación de agentes y personeros nazis dejó de ser un asunto de seguridad para los EE.UU. en junio 1946, para transformarse en una herramienta política.

    En cuanto al tan publicitado tema de la huida de los jerarcas nazis a Argentina tras la derrota del Tercer Reich, Newton revela que, desde la segunda mitad de 1944, el servicio de trasmisiones radiales británicas, con el fin de desmoralizar a la audiencia alemana, procuraba la desinformación, mediante fantásticas historias de fugas en submarinos a América del Sur de líderes nazis con inmensos tesoros. No obstante esta documentada hipótesis, sorprende que el autor no proceda a indagar las condiciones y la responsabilidad argentina por el ingreso de los criminales de guerra más notorios, como Eichmann, Borman, Barbie, Rauff, Schwammberger o Mengele. A la luz de evidencias sobre la complicidad aliada en la asistencia para la fuga a Sudamérica de criminales de guerra como Klaus Barbie (después de haber sido utilizado por la CIA para fines de inteligencia de la guerra fría), o la inmunidad personal ofrecida por los agentes de inteligencia aliados a Walter Rauff (luego de haber negociado con los aliados la rendición de las fuerzas alemanas en Italia), era de esperar que Newton sugiriera algunas hipótesis sobre las circunstancias del ingreso de criminales de guerra y la complicidad de Argentina. En cambio, en su último capítulo, Newton trae pruebas de la recomposición de las relaciones EE.UU.-Argentina, auspiciadas por Messersmith, y el compromiso de desnazificación de Perón, a través del cumplimiento satisfactorio de las resoluciones del acta de Chapultepec. No menos importante, Newton muestra evidencias provenientes del Foreign Office y del Departamento de Estado de EE.UU. sobre la liberalización de las restricciones a la contratación de científicos y técnicos militares alemanes comprometidos con el Tercer Reich. Quizá el caso más notorio (que Newton omite, por razones temporales) fue el patrocinio de los EE.UU para el ingreso clandestino a Argentina en 1952 del general Walter Schreiber, ex director de sanidad de la Wehrmacht, empleado por la fuerza aérea norteamericana, y cuya presencia resultaba ya molesta.10

    El tema del ingreso a Argentina de colaboracionistas católicos ucranianos, yugoeslavos, y de los países bálticos, también forma parte del excelente capítulo final del libro, aunque sólo revela la responsabilidad del Vaticano - y no la del gobierno de Perón - en la provisión de documentación a esos colaboracionistas anticomunistas, amén de indicar las rutas de escape estudiadas en una reciente investigación.11

    Finalmente, complementando las fuentes británicas usadas por Stanley Hilton12 con el exhaustivo uso de fuentes alemanas, Newton no prueba ningún apoyo de Berlín a los planes revolucionarios del Coronel Perón desde el Ministerio de Guerra o de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Tampoco trae evidencias de que Berlín se lamentase del desplazamiento de generales pro-nazis y rivales del Coronel Perón en el gobierno militar, como el General Perlinger y el General Juan Sanguinetti, ni que el ascenso de Perón haya sido auspiciado por los alemanes en vísperas de la caída del Tercer Reich.

    Para concluir, el libro de Newton es una importante investigación, que marca un hito fundamental en la historiografía sobre la Segunda Guerra Mundial y la Argentina, más allá de su específico enfoque sobre la amenaza nazi. Desde el punto de vista de fuentes, el libro de Newton no sólo consultó exhaustivamente archivos nacionales de Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania, sino que utiliza también la documentación alemana catalogada durante los 70 en las diversas series de Documents on German Foreign Pofcy, amén de las memorias publicadas de relevantes personajes. De especial interés para esta investigación es el uso, por parte de Newton, de las reveladoras deposiciones e interrogatorios de los diplomáticos del Eje y agentes deportados de América Latina a Alemania después de 1945.

    Leonardo Senkman Universidad Hebrea de Jerusalén

    NOTAS
    Entre los adversarios y exiliados del peronismo que utilizaron el mito nazi, quizá los libros más conocidos sean los de Silvano Santander. Nazismo en Argentina. La conquista del F,jército, Montevideo, Buenos Aires, Nueva York, 1945; Técnico de una trakOn. Juan D. Perón y Eva Duarte, agentes del nazismo en la Argentina, Montevideo, 1953. Ver algunos libros de investigadores que escribieron sobre el peronismo con ese prejuicio durante los 8os 50: Robert Alexander, 71ee Peron Era, New York, 1951; George I. Bhuiltsten, Peron 1 Argauirw, Chicago, 1953; Arthur Whtaker, Argentine UpheavaL Peron s Fall and the New Re~, New York, 1956, y 7he United Siates and Argentina, Camb., Masa., 1954. El mismo prejuicio durante los 70, ver en Jeanne Kirkpatrick, Leader and Vanguard in Mass Society: A Study of Peronist Argentina, Camb., Masa., 1971. Los libros=informes tendenciosos de Fernández Artuccio (7be Nazi Underground in South America, New York, 1942) y Luis Sommi (Los capitales alemanes en la Argentina: Historia de una expansión, Buenos Aires, 1945) fueron escritos por, autores que trabajaban para organizaciones norteamericanas.


    Luego de la extradición del criminal de guerra Joseph Schwammberger en mayo 1990, cuyo juicio. fue abierto en Stuttgart en junio 1991, líderes de la Anti-Defamation League de la B'nai Brith sostuvieron, en una carta al New York Times (10 diciembre 1991), que Argentina no podía continuar siendo clasificada en la misma categoría de países como Paraguay y Costa Rica, que dieron refugio a criminales. fugitivos de la justicia Ver, Antisemitism Worid Report 1992, Institute of Jewish Affairs, WJC, London,1992, pp.117-18. El tratamiento de este episodio pone de manifiesto el uso político antiperonista del tema de los nazis; en vez de valorar esta acción de la justicia argentina, al periodista Jorge Camarasa no sólo le interesó subrayar en su libro Los Nazis en la Argentina (Legasa,Buenos Aires,1992) la complicidad del primer gobierno peronista y del tercero (1973-76) en otorgar refugio y ocultamiento a Schwammberger, sino también minimizó la decisión de la captura y extradición del criminal de guerra, ocupándose únicamente de la hipótesis de que fue vendido por 300 mil dólares a las autoridades. Más aun, la acción de la justicia y del Procurador General de la Nación durante el gobierno de Menem, que ordenó la extradición, se esfuman completamente a través del relato del periodista en cuanto a la negativa de ¡ajusticia argentina, en abril 1989, a dar curso al pedido de extradición del colaboracionista holandés Jan Olij Hottentot, reclamado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Holanda (pp. 215-220).


    David Rock, Authoritarian Argentina. 7%e Nationalist Movement. Its History and As Impact, University oí California Press, Berkeley, Los Angeles, Oxford,1993. Ver el análisis de historia intelectual sobre los ambiguos vínculos con el fascismo de nacionalistas católicos como Carlo Ibarguren, Matlas Sánchez Sorondo, Federiko Ibarguren, Carlos Canilla, Julio Irazusta, Julio Meinvielle, Mario Amadeo (pp. 107-110); y las criticas al nazismo de Juan Canilla y Alberto Ezcurra Medrano (pp. 110-11 l). A pesar de la explicación de Rock sobre la preferencia del modelo hispanista del fascismo (pp. 111-12), este autor no ofrece un marco histórico comparativo -como Newton intentó brevemente- entre el fascismo europeo y el argentino, ni tampoco evidencias testimoniales de cómo percibieron algunos diplomáticos italianos y alemanes el nacionalismo criollo pro-fascista Mientras que ya empezó a escribirse la historia del antifascismo en Argentina, aún está por hacerse el estudio de los vínculos entre el fascismo y la colectividad italiana en Argentina. Sobre la política exterior italiana y el fascismo en Argentina, Newton cita solamente los trabajos pioneros de P.V. Cannistraro y G. Rosoli, "Fascist Emigration Policy in the 1920s: An Interpretative Framework,"International Migration Review 13 (1979): 673-92; y Enzo Santarelli, "I fasci all'estero", Ricerche sul fascismo, (Urbino, 1971): 113-24; omite, sin embargo, el importante trabajo sobre el antifascismo de Pietro Rinaldo Fanesi, Verso l altra Italia. Albano Cornef e l esilio antifascista in Argentina, Milano, 1991.


    Ronald H. Dolkart, "The Right in the Decada Infame, 1930-1943% in Sandra Mc0ee Deutsch and Ronald H. Dolkart, 7he Argentine Right. Its History and Intellectual Origins, 1910 lo the Present, Scholarly Resources, Delaware,1993, pp. 91-1; Juan Carulla, Al filo del Medio Siglo, Paraná, 1951, p. 230.


    Norberto Galasso, Ramon Doll: socialismo o fascismo, CEAL, Buenos Aires, 1989, pp. 120-25; Nueva Política, mayo 1942.


    Elizabeth Barret White, German Influence in the Argentine Army, 1900 lo 1945, Ph.D. dissertation (inédita), University of Virginia, 1986, pp. 184-90. El coronel germanófilo Carlos von dei Becke dirigió la Escuela Superior de Guerra entre 1936-39 y lo sucedió el general Pedro P. Ramírez, egresado de la Academia Militar alemana. Italia y Francia también entrenaron oficiales argentinos, el primer país en la división de artillería alpina donde estuvo el capitán Juan Perón. Los EE.UU. recién se preocuparon a fines de los años 30 por los potenciales efectos del entrenamiento y relaciones especiales de los oficiales argentinos en Alemania. Sólo en 1938 arribaron ocho expertos de las fuerzas aéreas de EE. UU. para entrenar a oficiales argentinos en el uso de equipos aeronáuticos recientemente adquiridos (pp. 192-3). Ver el editorial de la Revista Militar firmado por su director, Coronel Carlos Gómez, reaccionando contra los EE.UU. por su posición en la VIII Conferencia Panamericana de Lima, en 1938, Alain Rouquié, Pouvoir militaire el societé politique en republique argentine, Paris, 1978, pp. 276-77.


    Boletín de Literatura Comparada, Año XI-XII, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 1986-1987, pp. 67-80; 81-106. Ver también el artículo de Lila B. de Esteves, "Werner Bock. Exilio y traducción", Boletín de Literatura Comparada, Año XIII-XV, Mendoza, 1988-1990, pp. 249-264.


    Mario Rapoport, Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas 1940-1945, Buenos Aires, 1979; ídem, ¿Aliados o Neutrales?Argentinafrente a la Segunda Guerra Mundial, Buenos Aires, 1988; Carlos Escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, 1941-1949, Buenos Aires, 1983; Ryszard Stemplowski, "Afies and Rivals: Latin American Aspects of US-British Relations and World War II", Hemispheres 4, 1987, pp. 77-84, y "Las potencias anglosajonas y el neutralismo argentino (1939-1945)", Fstudios Latinoamericanos No. 3, Varsovia, 1976, pp. 129-60.


    Leslie B. Rout and John F. Bratzel, The Shadow War. German Espionage and United States Counterespionage in Latin America during World War II, Frederick, 1986, pp. 333-337.


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    S.E. Hilton, Hitler 1 Secret War in South America, 1939-1945: German Military Espionage and Allied Counterespionage in Brasil, Lousiana, 1981, p. 3.






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